El diablo propone un brindis by C. S. Lewis

El diablo propone un brindis by C. S. Lewis

autor:C. S. Lewis [Lewis, C. S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1964-12-31T16:00:00+00:00


La perseverancia en la fe

En más de una ponencia presentada en el Círculo Socrático de Oxford se ha establecido una oposición entre la actitud supuestamente cristiana ante la fe y la pretendidamente científica. En ellas se nos indicaba la convicción del científico de considerar un deber el proporcionar a sus creencias una fuerza exactamente igual a la de la evidencia: creer menos cuando la certidumbre es menor y suprimirla completamente cuando aparecen testimonios adversos dignos de confianza. Por otro lado, se nos decía también que la actitud del cristiano consiste en considerar positivamente loable creer sin evidencia o con exceso de ella, en mantener inalterada la fe aun en el caso de evidencia creciente en su contra. Se alaba, pues, «la fe firme», cuyo sentido parece consistir en mantenerse inmune a los asaltos de la realidad.

Si todo ello fuera una doctrina razonable sobre el asunto, la coexistencia dentro de la misma especie de científicos y cristianos sería un fenómeno extraordinariamente asombroso. La coincidencia de las dos clases, frecuente por lo demás en la realidad, sería completamente inexplicable. La discusión entre criaturas tan diferentes sería imposible. El propósito de este ensayo es mostrar que las cosas no son tan desalentadoras. El significado de proporcionalidad entre creencia y evidencia manejado por el científico y el de falta de correspondencia entre las dos defendido al parecer por el cristiano requieren una definición más precisa. Confío en que, después de hacerlo, dejen de mirarse ambas partes con una actitud de incomprensión completamente estúpida y desesperada, aun cuando persista el desacuerdo entre ellas.

Ante todo conviene decir algunas palabras sobre la creencia en general. La situación de «proporcionalidad entre creencia y evidencia» no es, a mi juicio, tan frecuente en la vida científica como se pretende. El interés preferente de los científicos no es creer en las cosas, sino llegar a saberlas. Que yo sepa, nadie usa la palabra «fe» para referirse a cosas sabidas. El médico dice «“creo” que este hombre ha sido envenenado» antes de haber examinado su cuerpo. Después de hacerlo, declara «ha sido envenenado». Nadie afirma «creo la tabla de multiplicación». Quien coge a un ladrón con las manos en la masa no dice tampoco «“creo” que estaba robando». Durante su trabajo, es decir, cuando actúa como hombre de ciencia, el científico se afana por eludir la creencia y la incredulidad y por alcanzar el conocimiento. Para ello utiliza, naturalmente, hipótesis o supuestos. Ni aquéllas ni éstos son, a mi juicio creencias. No debemos buscar, pues, la actitud del científico sobre ellas en su vida científica, sino en las horas de ocio.

En el lenguaje moderno, el verbo «creer» expresa generalmente, salvo en dos casos especiales, un grado muy débil de opinión. «¿Dónde está Tom?». «Creo que se ha ido a Londres». El hablante no se sorprendería apenas si Tom no se hubiera ido a Londres. «¿Qué año ocurrió?». «Creo que el 430 antes de Cristo». El hablante quiere decir que no está seguro en absoluto de la respuesta. Lo mismo ocurre con la fórmula negativa «no creo».



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